sábado, 22 de febrero de 2014

Inhalás, exhalás, inhalás, exhalás, inhalás y de repente... pausa, suspiro y otra vez lo mismo.

lunes, 10 de febrero de 2014

lunes, 3 de febrero de 2014

Sin título.

¿Nunca te pasó alguna vez que de repente sentís la necesidad de explicar algo? Así nomás, en el aire. Algo, algo de lo que de repente te estás haciendo consciente pero no sabés cómo explicar. Algo que tenés alojado por ahí en alguna parte del pecho, o la panza, o en el cráneo, o posiblemente hasta entre los dedos, tratando de escaparse o meterse más adentro hasta que ya no lo puedas ver y te quedes medio preocupado unos minutos pensando qué será o dónde está o por qué. Porque lo más seguro es que ni sepas qué mierda es lo que querés explicar, pero aún así y todo necesitás desesperadamente explicárselo a alguien. A quien sea, cualquiera que esté dispuesto a escuchar la sarta de pelotudeces que podés llegar a balbucear sin decir absolutamente nada coherente o fructífero o entendible. Porque la verdad es no tenés nada que decir. Y como por arte de magia esa ansiedad que hace unos segundos te invadió tan súbitamente, sin pedir permiso ni disculpas se va por donde vino. Te calmás, como si tu razón le hubiese propinado una especie de golpe de estado a tu ser y recobrado el control. Todo vuelve a la normalidad. Ya no hace falta decirle nada a nadie. No es nada nocivo ni peligroso, ni malo tampoco. Algo neutro tal vez. Puede que se haga más tangible cada vez que pasa. Por ahí la próxima vez estás más cerca de explicarlo. O por ahí no tiene explicación alguna y sos vos, o tu parte inconsciente que está aburrida y tiene ganas de joder, tirándote una incertidumbre falsa para ver cómo reaccionás y cagarse de risa un rato. Reite con él entonces, reite de vos. Cagate de risa que ya estás loco.